Un domingo cualquiera
Me despertó un sonido industrial.
Un avión surcaba el cielo gris,
que se extendía a lo largo y ancho de mi cama.
Encima de cada uno de nosotros
había un cielo parco, depresivo y gris
que se podía ver a través de mi ventana.
Salí a caminar con una bufanda roja,
el sonido de mis zapatos contra la acera me llevó a un supermercado bullicioso.
Compré películas viejas,
películas porno,
películas para pasar el rato,
películas que no iba a ver,
pero que de seguro me producirían cierta sensación.
De regreso a casa tuve la pasajera idea
de no tener un rumbo fijo en la vida.
Me pregunté:
¿A dónde corre tanta gente?
Al estadio, a ver televisión.
¿A dónde se fueron las mujeres que amé?
Me las comí, me atraganté.
¿De dónde sale tanta sangre?
Me despertó un sonido industrial.
Un avión surcaba el cielo gris,
que se extendía a lo largo y ancho de mi cama.
Encima de cada uno de nosotros
había un cielo parco, depresivo y gris
que se podía ver a través de mi ventana.
Salí a caminar con una bufanda roja,
el sonido de mis zapatos contra la acera me llevó a un supermercado bullicioso.
Compré películas viejas,
películas porno,
películas para pasar el rato,
películas que no iba a ver,
pero que de seguro me producirían cierta sensación.
De regreso a casa tuve la pasajera idea
de no tener un rumbo fijo en la vida.
Me pregunté:
¿A dónde corre tanta gente?
Al estadio, a ver televisión.
¿A dónde se fueron las mujeres que amé?
Me las comí, me atraganté.
¿De dónde sale tanta sangre?
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